Comencé a vivir en Ferrol a los nueve años, aunque desde que nací ya me traían a menudo para visitar a mi familia materna. Esta ciudad siempre ha sido mi hogar, un lugar de encuentro conmigo misma, pero a veces me pregunto qué hubiera pasado si hubiese crecido en otro sitio, dónde estaría ahora si esta ciudad fuese diferente.

Hace poco me di cuenta de la presencia del muro. Hasta ese momento lo había obviado, como todo lo que nos acompaña desde siempre, como todo lo que damos por hecho. Había obviado dos kilómetros de piedra y hierro, un muro de siete metros de alto que me impedía ver el horizonte a diario. Entonces, pensé en todo lo que me encierra de alguna manera, en cómo el pasado se impone.
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